Las empresas tienen la obligación legal y moral de garantizar la seguridad de sus empleados; sin embargo, a la hora de establecer programas de prevención de riesgos laborales, muchas veces no se tiene en cuenta que conducir es una de las actividades más peligrosas a las que un trabajador se enfrenta a diario.
De hecho, según datos del Instituto Nacional de Salud en el Trabajo publicados por RACE, los accidentes de tráfico en horario laboral son la única causa de fallecimiento en el entorno de trabajo que aumentó en 2016, lo que da idea de la importancia que tienen las políticas de conducción responsable dentro de las empresas.
Además, según la DGT, en 2015 (último año del que se ofrecen datos) hubo 1.289 accidentes con autobuses implicados, que tuvieron como consecuencia el fallecimiento de 283 personas. Aunque habría que analizar qué motivó cada accidente, en las estadísticas de la DGT se puede comprobar que no seguir las normas de tráfico (límites de velocidad, distancia de seguridad o respeto de señales de prioridad) fue la principal causa de estos accidentes.
Estableciendo una cultura en la que la seguridad sea lo primero
Se pueden emprender distintas medidas para ayudar a mejorar la seguridad de los conductores. El primer paso puede ser evaluar el riesgo de cada uno de los vehículos, al igual que se hace con cualquier lugar de trabajo. Al asegurar que los vehículos están en buenas condiciones y son aptos para un determinado propósito, una empresa puede mejorar notablemente las condiciones de trabajo: las comprobaciones y reparaciones regulares de elementos como el aceite y la presión de los neumáticos son fundamentales.
También es vital asegurarse de que todos los empleados se encuentran en condiciones óptimas para desarrollar su trabajo, tanto a nivel físico como psíquico.
Sin embargo, quizá la medida más importante sea la de establecer una cultura de conducción en la que la seguridad sea lo primero. Para ello la empresa debería crear un manual con consejos e indicaciones, que debería ser actualizado regularmente para reflejar los cambios legislativos. Asimismo, los empleados deberían recibir formación continua sobre cómo conducir de forma más responsable y segura. También puede ayudar crear un comité de seguridad con representantes de consejo administrativo y de los empleados.
Pero nada de esto será realmente útil si no se tiene en cuenta la necesidad de analizar si el cambio cultural realmente está funcionando.
Aquí, la tecnología de gestión de flotas tiene un papel vital. Por un lado, recopilando ciertos datos de los vehículos que se traducen en indicadores de rendimiento: exceso de velocidad, eventos de conducción, ralentí, consumo de combustible, velocidad ecológica, cambio de marchas, etc. También monitorizar las horas de trabajo y descanso resulta clave para minimizar posibles causas de riesgo.
De esta forma, el gestor de la flota podrá acceder a informes que le permitirán identificar fácilmente las tendencias del comportamiento al volante del conductor, analizar todas las variables y comparar la flota al completo, con el fin de establecer estrategias de mejora.
Asegurar que los conductores realizan su trabajo con todas las garantías es una necesidad fundamental para cualquier empresa que cuente con una flota de vehículos. Si las organizaciones quieren ayudar a proteger a sus empleados es importante contar con sistemas que revisen frecuentemente tanto el estilo de conducción como el estado de los vehículos, de manera que puedan tomarse las medidas necesarias en caso de que un conductor necesite ayuda.
Si quieres más información sobre cómo mejorar el estilo conducción de tu flota, puedes leer el siguiente post: Seis consejos para mejorar el estilo de conducción